Escenarios y singularidades de las próximas elecciones
Por Carlos Huneeus
[Septiembre de 2005]
A menos de cuatro meses de las elecciones, el autor se refiere
a la disputa por el liderazgo en la oposición frente a un probable cuarto
gobierno de la Concertación. Pero también reflexiona, entre otros
aspectos, sobre los problemas que enfrentan en particular los partidos oficialistas,
la influencia de los poderes fácticos y el poder presidencial y sus limitaciones.
Las elecciones presidenciales y parlamentarias de diciembre de este año
tienen la singularidad de que, a menos que ocurra un acontecimiento de enormes
dimensiones, Michelle Bachelet (PS) será la próxima presidenta
de Chile, en primera o en segunda vuelta. Renovación Nacional (RN) y
la Unión Demócrata Independiente (UDI) han asumido que tienen
perdida la carrera hacia La Moneda y la división de la derecha en dos
candidaturas favorece la probabilidad de un cuarto gobierno de la Concertación.
La ruptura ha provocado una agria competencia entre ambos partidos que refleja
el impacto de diferencias políticas y personales que vienen de antes.
Estas tienen que ver con las distintas carreras políticas de sus dirigentes
y las diferentes visiones sobre el régimen militar. Hubo una primera
división en marzo de 1988, cuando formaban un partido único y
Jaime Guzmán prefirió que la UDI rompiera con RN, antes que sufrir
una humillante derrota en los comicios internos.
La UDI ha logrado construir una organización territorial más
poderosa que RN y una mayor cantidad de parlamentarios que van a la reelección,
lo que le permite impulsar una campaña más efectiva que su socio
de la Alianza. Sin embargo, "el gremialismo" está en una situación
de dependencia frente a RN, pues necesita sus votos para la elección
de sus candidatos, por ejemplo, Jovino Novoa, presidente del partido, y Pablo
Longueira, ex presidente, quienes compiten al Senado por el distrito Santiago
poniente y oriente respectivamente. Joaquín Lavín, su candidato
presidencial, no tiene el atractivo de la contienda presidencial anterior y
la novedad pareciera estar en el abanderado de RN, Sebastián Piñera.
Este no tiene mucho que perder, pues quiere aprovechar esta primera campaña
presidencial para convertirse en la principal figura de la oposición
y ser el abanderado del sector en los comicios del 2009.
En este escenario, los dos candidatos presidenciales de la Alianza por Chile
tienen como objetivo ocupar el segundo lugar y ayudar a la elección del
mayor número de diputados y senadores, que le permita encabezar la oposición
al nuevo gobierno de la Concertación.
Cualquiera sea el resultado -porque es incierto qué partido tendrá
más parlamentarios-, ambas colectividades inician un camino que les exigirá
renovar su plantilla de dirigentes y las definiciones programáticas.
La derecha está debilitada, pero tiene sólidos fundamentos sobre
los cuales puede rehacer el camino y llegar a convertirse en una nueva alternativa
de gobierno. Subestimarla puede ser un grave error, como lo demuestra la historia
de Chile.
Uso y abuso de las encuestas
Otra de las características de estos comicios ha sido el importante
rol de las encuestas. La selección de los candidatos ha estado influida
por los resultados de sondeos como en ninguna de las anteriores elecciones parlamentarias.
Ha sido notorio en el Partido Demócrata Cristiano (PDC) y en el Partido
Socialista (PS), y algo menos en el Partido por la Democracia (PPD). Esto constituye
una distorsión de la toma de decisiones de un partido porque sus dirigentes
deben tener la autonomía para nominar a sus candidatos. Las encuestas
favorecen a los candidatos que están en ventaja ante la opinión
pública: los parlamentarios que van a la reelección y los políticos
que tienen mayor visibilidad en la prensa. Se desconoce la calidad de estas
encuestas. Los problemas económicos de los partidos les lleva a usar
sondeos telefónicos, que tienen serias limitaciones y discriminan contra
los que carecen ese medio, los más pobres.
El empleo de encuestas da cuenta de un problema más de fondo: la inseguridad
de los dirigentes para nominar a sus candidatos. Este mecanismo promueve la
personalización de la política y debilita la necesaria institucionalización
del orden político, con personas que creen sentirse depositarias de la
voluntad popular y desconocen la autoridad de su partido y del Congreso.
Más que la tiranía de las encuestas, se ha producido el debilitamiento
de los órganos decisorios de los partidos, con peligrosas repercusiones.
Más tarde se puede justificar su uso para decisiones de políticas
públicas, lo que sería una abdicación del carácter
de la representación. Las encuestas empujan a los políticos al
oportunismo, pues se dejan llevar por el clima de opinión, que es cambiante
y no deja espacio para decisiones que tienen objetivos de mediano y largo alcance.
El abuso de las encuestas ha sido criticado en otros países porque daña
la calidad de la política. Helmut Kohl, un político muy exitoso
que gobernó Alemania durante 16 años y tuvo malas encuestas, recordaba
que si Konrad Adenauer, canciller federal entre 1949 y 1964, se hubiera guiado
por ellas, no habría firmado el tratado de Roma que inició la
construcción de la unidad europea y no habría ingresado a la Alianza
Atlántica.
Las debilidades de los partidos
Esta dependencia de las encuestas es un indicador de los problemas que enfrentan
los partidos de la Concertación y que demuestran el costo político
del prolongado ejercicio del poder. Mientras la derecha enfrentará un
horizonte de cuatro años en la oposición, las colectividades oficialistas
encararán el difícil desafío de impulsar un nuevo gobierno
que no sea una continuidad de los anteriores. Tendrá mayores recursos
políticos y económicos que los tres gobiernos anteriores, por
el buen nivel de crecimiento, el alto precio del cobre y la división
de la derecha. Sin embargo, los partidos muestran cansancio y la capacidad de
innovación de los nuevos dirigentes no se conoce.
Los partidos de gobierno tienen dificultades organizativas y de liderazgo,
manifestadas en la selección de los candidatos, especialmente para el
Senado. La Cámara alta se ha convertido en un órgano cada vez
más poderoso, con nuevas funciones, como participar en la designación
de altos funcionarios del Estado, desde los consejeros del Banco Central hasta
los ministros de la Corte Suprema. Esta expansión de sus tareas aumenta
el interés de los diputados por llegar al Senado, lo que ha sido una
constante en la historia de nuestro Congreso.
Las debilidades de los partidos se deben, en primer lugar, a los errores cometidos
por sus dirigentes. Estos no tienen la capacidad de abrir sus puertas a nuevos
rostros e ideas y hay limitaciones de participación de sus dirigentes
intermedios en las decisiones. Tal situación es recurrente en los partidos
y confirma la "ley de hierro de las oligarquías" denunciada
por Michels hace casi un siglo atrás en su clásico estudio sobre
el partido social demócrata alemán.
Los problemas que enfrentan los partidos también se deben a factores
institucionales. En primer lugar, al sistema binominal porque provoca un conflicto
al interior de cada colectividad porque la selección de los candidatos
apunta a que se elija sólo uno por distrito, a diferencia del proporcional,
que permite dos o más candidatos. Además, causa una competencia
entre partidos aliados, que llega a extremos inaceptables entre socios que comparten
un gobierno, competencia que no se da entre los adversarios, lo cual confunde
a los ciudadanos, que esperan la confrontación de ideas entre candidatos
situados en distintos bloques y no entre personas del mismo pacto.
En segundo lugar, los partidos se ven perjudicados por la forma en que se practica
el presidencialismo, que ha adquirido un estilo poco amistoso con ellos, especialmente
desde el segundo gobierno democrático. Ha habido una escasa relación
entre las autoridades de gobierno y los organismos de los partidos; los ministros
no siempre han tenido una militancia en alguna colectividad y si la tuvieron,
la congelaron mientras ocuparon secretarías en el gobierno. Esta es una
importante diferencia del parlamentarismo, en que los partidos están
directamente integrados al gabinete y en la toma decisiones del parlamento.
La influencia del poder fáctico
Como no tienen financiamiento público, los partidos no están
en condiciones de tener personal profesional que les permita participar en el
debate público para la definición de objetivos nacionales. Esta
es una tarea ocupada por los grupos de presión empresarial; por los "especialistas
en políticas públicas" (Dahl) , que son financiados por empresas
o universidades; y por algunos medios de prensa. Ninguno de estos puede arrogarse
la representación de la sociedad, lo que sí pueden hacer los parlamentarios
y los partidos. Tampoco son responsables de las consecuencias de las decisiones
en las cuales influyen, y actúan sobre la autoridad con una política
de poderes fácticos que adquiere mayor grado de influencia por la debilidad
de los partidos, especialmente los de gobierno, que debieran ser los primeros
en rechazar esta forma de presión
En estas condiciones, la soberanía popular y la representación
son debilitadas porque se abren las puertas a la influencia de los poderes fácticos,
lo cual constituye un retroceso en la calidad de la democracia. Las críticas
al "cuoteo político" que hacen algunos personeros del empresariado
busca alejar a los partidos de la toma de decisiones del Poder Ejecutivo y del
Congreso, porque se trataría de "cuestiones técnicas"
que debieran ser resueltas por "expertos". Esta es una visión
conservadora de los asuntos públicos, que busca imponer una política
sin partidos y ha sido una constante en un sector del país, desde las
candidaturas presidenciales del general (R) Carlos Ibáñez de 1952,
de Jorge Alessandri de 1958 y 1970 y la acción de los tecnócratas
del régimen militar.
Los principales problemas de los países no tienen soluciones únicas,
definidas por los expertos, que se atribuyen un saber superior en la solución
de ellos y un poder moral más sólido que el de "los políticos",
que los convierten en los nuevos tutores de la polis, como lo denuncia Dahl.
Cuando ese saber está unido al poder económico, adquiere una considerable
capacidad de influencia. La presencia de esta distorsión durante un gobierno
de centro-izquierda ha perjudicado la calidad de la democracia y afecta el desempeño
de aquel.
El poder presidencial y sus limitaciones
Las elecciones parlamentarias son de enorme importancia porque el régimen
presidencial entrega un considerable poder al Congreso, especialmente al Senado.
No cabe duda de que el Presidente tiene un peso determinante en el sistema político
por su doble función de jefe de Estado y de gobierno. Sin embargo, el
ejercicio de su autoridad se encuentra limitado por el Congreso, pues las principales
iniciativas de gobierno requieren su acuerdo, desde el presupuesto, que anualmente
debe enviar para su aprobación, hasta la designación de los ministros
de la Corte Suprema. También está limitado por la opinión
pública, que presiona al Poder Ejecutivo a adoptar decisiones que lo
alejan de su plan original, como se ha demostrado con el conflicto de la planta
Celco con la comunidad de Valdivia, que empujó al gobierno a una postura
más estricta en el tema medioambiental. En definitiva, el poder presidencial,
ha escrito Neustadt, es antes que nada un poder "compartido".
El Congreso tiene varias funciones que obligan a los parlamentarios a desarrollar
una amplia labor. Participa en la formación de las leyes, junto al Presidente,
que tiene más información que el Legislativo que cuenta con un
reducido personal de apoyo. Realiza una función fiscalizadora a través
de la Cámara de Diputados, aunque en la práctica los parlamentarios
la llevan a cabo a través de los medios de comunicación. En tercer
lugar, colabora en la legitimación del orden democrático, pues
sus miembros son elegidos en elecciones competitivas, el medio por el cual se
practica la representación política. En cuarto lugar, los parlamentarios
cumplen una importante función de comunicación entre el sistema
político y la ciudadanía, recibiendo las demandas de esta e informándola
de los resultados realizados por aquel.
En consecuencia, la calidad del parlamentario no se determina sólo por
su participación en la formación de las leyes, sino también
por su desempeño en las otras funciones, especialmente atender las necesidades
de su votantes y colaborar en la organización territorial de su partido,
en lo cual los funcionarios del Poder Ejecutivo no manifiestan mayor interés.
El conflicto entre el senador Viera-Gallo y el diputado Navarro por la candidatura
en el PS a la Cámara alta refleja esta tensión.
La simultaneidad de comicios presidenciales y parlamentarios muestra la estrecha
relación existente entre el presidente y el Congreso y la relevancia
de las elecciones de diputados y senadores. Ellos determinarán el margen
de acción tendrá el futuro gobierno de acuerdo al número
de parlamentarios de la Concertación que resulten elegidos, especialmente
en el Senado y quién conducirá la oposición, Piñera
o Novoa, la UDI o RN.
La agonía del sistema binominal
Una de las características de la competencia presidencial ha sido la
ausencia de debates sobre cuestiones programáticas. Los candidatos incluso
han dejado de lado el problema de las desigualdades, sobre lo cual se habían
pronunciado en un seminario de CasaPiedra hace algunos meses, calificadas como
"vergonzosas" por los Obispos. Sin cambios políticos, las iniciativas
por una mayor equidad serán letra muerta.
Los mayores ingresos del fisco por el increíble precio del cobre permitirá
a la nueva administración enfrentar carencias importantes de la población,
pero pareciera que se definirán más tarde. La reforma del sistema
de pensiones anunciada por Michelle Bachelet, es una tarea indispensable, que
tendrá enormes repercusiones porque no podrá evitar la modificación
de algunos de los fundamentos de una de las principales políticas privatizadoras
del neoliberalismo, que apuntó a construir una sociedad sobre el individualismo.
Es una reforma de grandes alcances políticos. La propuesta económica
entregada a Bachelet por una comisión de los partidos de la Concertación,
coordinada por Alejandro Foxley, no fue difundida por los medios de comunicación,
como sí lo hicieron con los resultados de los llamados "talleres
bicentenario" de la derecha.
Un cambio institucional de envergadura que deberá acometer el próximo
Congreso será la eliminación del sistema binominal y restablecer
el proporcional. Chile tuvo históricamente el sistema proporcional, eliminado
por la dictadura. Debe ser restablecido porque es el que corresponde a la pluralidad
política, social y cultural del país. Una barrera legal baja,
el 3 % como en Suecia, permitiría integrar a los partidos excluidos del
Congreso y discriminar contra iniciativas rupturistas en las colectividades
establecidas.
El multipartidismo es una de las bases del éxito de la democracia en
Chile -como lo fue hasta fines de los años 60- y en todos los países
europeos, incluso en Gran Bretaña. Los argumentos de algunos politólogos
estadounidenses sobre la "difícil relación" entre multipartidismo
y presidencialismo carecen de fundamentos empíricos. Afirmar que el binominalismo
es uno de los fundamentos de la gobernabilidad es faltarle el respeto a los
demócratas quienes han reunido las tres condiciones que Weber definió
para los buenos políticos: pasión, sentido de responsabilidad
y mesura. Las buenas decisiones tomadas por ellos hizo posible la democracia
y esos atributos harán posible su perfeccionamiento.
Los chilenos hemos visto nuevamente los graves perjuicios causados por este
sistema. Los comicios de diciembre debieran ser los últimos con el binominalismo.
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