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El gran desarrollo de la tecnolog�a y, en especial, de la inform�tica en nuestro tiempo responde a la necesidad de dar respuestas r�pidas y sencillas a problemas complejos, y esa soluci�n, a su vez, genera una nueva relaci�n dial�ctica para la propuesta de otros desaf�os que van marcando el avance tecnol�gico. El desarrollo de la coheter�a -no solo de misiles teledirigidos sino de veh�culos interplanetarios- no ser�a posible sin el apoyo inform�tico, ya que es impensable realizar c�lculos manuales para corregir, por ejemplo, el curso de un cohete lunar; los grandes matem�ticos estar�an a�os calculando hasta poder conseguir una respuesta adecuada al problema planteado. Esta verdad de Perogrullo muy pronto ser� aplicada tambi�n a los sistemas de c�mputos electorales, pues el voto informatizado no es sino un escal�n en este proceso, que se da en todos los niveles de la actividad humana. En corto tiempo ser� imposible imaginar el conteo manual de millones de boletines de papel para conocer la voluntad pol�tica de un universo electoral. Recordamos todav�a al "contador p�blico", profesional muy respetado en el medio econ�mico y administrativo, que ten�a la responsabilidad de llevar los libros contables con fina caligraf�a y precisa capacidad de c�lculo -suma y resta-, totalizando hoja por hoja en el libro de cuentas los ingresos y egresos, el debe y el haber. Adusto y tranquilo estaba el contador generalmente sentado ocho horas en una especie de santuario inaccesible al com�n, dedicado a sus c�lculos llevados manualmente, hasta que apareci� en apoyo de su algoritmia una sencilla "sumadora", donde se introduc�an los guarismos y luego, mediante el accionar de una palanca, la m�quina imprim�a las cifras introducidas y la suma total. Nadie dudaba del resultado, en todo caso hab�a que verificar la correcci�n de las cifras introducidas, pero la totalizaci�n era tenida por cierta; hab�a confianza en la m�quina. Finalmente, los softwares especiales y las computadoras hicieron obsoleto al contador p�blico en la versi�n se�alada, hoy el mismo est� igualmente asistido por la tecnolog�a. De la misma manera, el escrutador, se�or de cuya algoritmia se desconfi� siempre, tiende a desaparecer en su versi�n primitiva, luego de una azarosa existencia. Existir�n los miembros de mesas receptoras de votos (MRV), pero fuertemente asistidos por la urna electr�nica. Esta maquinita no es sino un microcomputador para uso electoral; en realidad, un totalizador. Es resistente, peque�a, liviana y no decorativa; es autosuficiente en cuanto a energ�a, se autorregula para funcionar con corriente el�ctrica de entre 90 y 240 voltios; s�lo sirve para elecciones. La urna electr�nica se compone de dos partes: una que es la terminal del elector: tiene una pantalla en blanco y negro -donde, seg�n el sistema electoral de que se trate, aparece la grilla de oferta electoral de los partidos pol�ticos en casillas con n�meros (en Paraguay no m�s de dos d�gitos)- y un teclado con n�meros de 1 a 0, adem�s de tres teclas adicionales con la leyenda "blanco", "s�" y "no", para que el elector formule sus opciones- y la otra parte es la microterminal de la MRV que tambi�n posee un teclado num�rico- para digitar el n�mero de c�dula de identidad del elector que se presenta a la mesa- y una pantalla -donde aparece el nombre del elector cuya c�dula ha sido digitada y el n�mero de orden en que figura en el padr�n-; adem�s, posee tres peque�as se�ales visuales que informan a la mesa: a) verde encendida: la terminal est� disponible para el elector, puede emitir su voto, b) amarilla: que el elector est� votando y c) roja, la m�quina est� trabajando con bater�a. Esta urna es ya la modernidad, porque, como cuenta don Ildefonso de Bermejo en la temprana historia pol�tica paraguaya, las elecciones eran m�s simples. Los "bandos" convocaban a elecci�n popular "por voz y son de campanas", se los le�a en las iglesias del pa�s, luego de la celebraci�n de la misa mayor y "seguidamente se proced�a a elegir a los representantes" del pueblo, elecci�n reca�da a propuesta no discutida en la persona del cura p�rroco, el propietario m�s respetado o el jefe pol�tico quienes iban a la Capital al Congreso convocado y escuchaban a su vez las propuestas de nombramiento de autoridades a las que adher�an a viva voz y la "elecci�n" estaba hecha. A penas terminada la guerra, el 24 de noviembre de 1870 -leemos en el Registro Oficial, P�g. 123, Tomo I-, una carta dirigida al Presidente del Gobierno Provisorio de la Rep�blica desde la Sala de Sesiones del Honorable Congreso Electoral le informa que "...la Honorable Corporaci�n que preside, en su sesi�n n� 1 de la noche de hoy ha elegido a V.E. por mayor�a de votos Primer Presidente Constitucional de la Rep�blica del Paraguay, proclam�ndolo como tal y al Se�or don Cayo Miltos vice Presidente...". As� fue elegido don Cirilo Antonio Rivarola. El Estatuto Electoral Provisorio, contenido en un decreto del 1� de abril de 1870, firmado por Cirilo Antonio Rivarola y Carlos Loizaga, dispon�a: "Art�culo 20. Los votos ser�n dados verbalmente y a alta voz, no admiti�ndose votos escritos. Ser�n dados por los mismos inscriptos, previa presentaci�n de su boleta, que ser� confrontada con el registro. Art�culo 21. Los escrutadores llevar�n por separado dos registros en que escribir�n sin interlineaciones blancas, raspaduras ni testadura, el nombre del votante y el n�mero de inscripci�n haciendo la respectiva anotaci�n de haber votado en el registro c�vico y el nombre de la persona por quien diere su voto". Y unos meses m�s tarde, la Convenci�n, constituida en Asamblea Legislativa, con arreglo al art�culo 128 de la Constituci�n del 70, dict� la Ley de Elecciones de la Rep�blica del Paraguay. El art�culo 33 dispon�a. "Los votos ser�n verbales o escritos y todos por los mismos sufragantes". El art�culo 34. "Los votos verbales ser�n emitidos en alta voz por los sufragantes, los escritos ser�n le�dos del mismo modo por el Presidente de la mesa- ser�n rechazados todos los que no sean personalmente presentados". Obviamente razones antropol�gicas, hist�ricas, culturales, pol�ticas, econ�micas y sociales avalan el sistema electoral en cada �poca y en cada sociedad, y los instrumentos se adecuan a esas realidades. En 1911 se introdujo por primera vez el voto secreto y la formaci�n de un registro electoral permanente, buscando animar a la ciudadan�a a compulsas electorales como modo de dirimir las competencias por el poder y as� superar esta situaci�n de anarqu�a pol�tica reinante entonces. Pero ni el registro c�vico ni el secreto del voto pudieron ser implementados, dado el estado de violencia. Un nuevo intento de institucionalizaci�n del voto se produjo en 1919, una reforma electoral puso en vigencia el sistema de elecci�n indirecta para las elecciones presidenciales y un sistema de mayor�as y minor�as para la composici�n del Senado, correspondiendo un 25% de las bancas a la primera minor�a y el resto para la mayor�a. Mediante un pacto pol�tico, el modelo funcion� formalmente, pero la crisis pol�tica no pudo ser superada a�n. Intolerancias e incapacidad de soluciones pol�ticas a los conflictos llevaron al pa�s a una guerra civil en 1947, que dur� seis meses. Dos por ciento de la poblaci�n total quedaron en el campo de batalla y finalmente se instal� en el poder un sistema autoritario e intolerante desde 1954. No est� en nuestra intenci�n hacer un recuento de la historia pol�tica paraguaya, solo recordar que desde 1954 hasta 1989 rigi� en el Rep�blica un gobierno militar autocr�tico en que los peri�dicos rituales electorales nada ten�an que ver con la voluntad pol�tica popular, eran vanos intentos legitimadores de un poder de facto. Y recordar al solo efecto de tomar el 89 como punto de partida para revisar el comportamiento electoral en la Rep�blica en el tiempo inmediato anterior a la propuesta de utilizaci�n del voto electr�nico. Cuando, a comienzos de febrero de 1989, se inici� el cambio pol�tico con un golpe militar que derroc� a la dictadura militar, la conciencia c�vica era que la primera tarea a realizar fuera la restituci�n del sistema democr�tico, mediante la puesta en vigencia de nuevas reglas de democracia electoral. En el mismo a�o 89 se dict� la Ley N� 10/89, bajo cuya vigencia se realizaron las elecciones generales de mayo de ese a�o, que permiti� a la oposici�n participar con reglas claras y sobre todo permiti� la integraci�n del Congreso mediante un sistema de representaci�n proporcional. En marzo de 1990 se promulg� el primer C�digo Electoral que conten�a los principios y normas para la constituci�n, organizaci�n y funcionamiento de los partidos pol�ticos, para el proceso electoral y para la organizaci�n del registro electoral. La convocatoria a elecciones segu�a siendo potestad del Poder Ejecutivo y el juzgamiento, del Legislativo. Toda la administraci�n del sistema electoral tambi�n segu�a a cargo de la vieja estructura de la Junta Electoral Central, que ya no era patrimonio del partido de gobierno sino hab�a abierto sus puertas a partidos de oposici�n que ten�an, en el organismo electoral, funcionarios en la proporci�n de la representaci�n parlamentaria. Bajo la vigencia de esta Ley N� 1, se llam� a Convenci�n Nacional Constituyente, y la nueva Constituci�n promulgada en junio de 1992 crea y estructura la Justicia Electoral, encargando a la misma la "convocatoria, el juzgamiento, la organizaci�n, la direcci�n, la supervisi�n y la vigilancia de los actos y cuestiones derivados de las elecciones generales, departamentales y municipales -, pero tambi�n de todas las cuestiones relacionadas a consultas populares- as� como de los derechos y los t�tulos de quienes resulten elegidos". Tambi�n caen bajo el �mbito de su competencia las cuestiones relativas a las elecciones y funcionamiento de los institutos pol�ticos en general. La Justicia Electoral tiene una doble naturaleza: es jurisdiccional y administrativa. En tal car�cter forma parte integrante del Poder Judicial; el Tribunal Superior de Justicia Electoral est� compuesto por tres Magistrados nombrados por el Senado con acuerdo del Poder Ejecutivo, a propuesta en terna del Consejo de la Magistratura. Esa doble dimensi�n le confiere facultades y responsabilidades peculiares que le posibilitan la permanente actualizaci�n de sus instrumentos para el mejor desempe�o y eficacia en beneficio de la consolidaci�n de la democracia. La nueva Justicia Electoral entr� en funciones reci�n en 1995, una vez en vigencia la Ley 635 del 28 de agosto de ese a�o. Su primera tarea fue la recuperaci�n de la conciencia electoral, de la confianza ciudadana. Se precisaba un sinceramiento del registro electoral y de los padrones. Los utilizados hasta entonces estaban ama�ados, abultados, incompletos, desactualizados. En noviembre de 1995, el Congreso dispuso la renovaci�n total del Registro C�vico Permanente. En 120 d�as la nueva Justicia Electoral posibilit� la utilizaci�n del Registro renovado, totalmente informatizado, para la confecci�n de los nuevos padrones a utilizar en las elecciones municipales de 1996. El registro c�vico se conform� seg�n estas pautas: a) donde se inscribe se vota, para facilitar la participaci�n, b) inscripci�n supervisada por los partidos pol�ticos, para posibilitar el control rec�proco, c) las oficinas de Registro Electoral se ubican en todos los distritos electorales, sus funcionarios provienen necesariamente de los tres partidos con representaci�n parlamentaria, con ello se ejercita la cooperaci�n y el di�logo interpartidario. La pureza lograda de esta forma en el Registro C�vico se cifra en un 98%, lo que nos ubica entre las m�s eficientes de la regi�n. Nuestro padr�n es limpio, transparente y confiable, informatizado, de permanente actualizaci�n. Bajo esta nueva realidad se celebraron las elecciones municipales de 1996, las generales de 1998 y la complementaria de la vicepresidencia de 2000. Para seguir mereciendo la confianza ciudadana, la Justicia Electoral se esfuerza permanentemente por acceder a nuevas tecnolog�as y mejorar la calidad de los servicios en cumplimiento de los mandatos constitucionales y del compromiso con la ciudadan�a. De manera regular trabaja con organismos internacionales, gubernamentales y no gubernamentales, buscando apoyo en la tarea. En 1998 observamos por primera vez las elecciones automatizadas en Brasil; sus ventajas ostensibles nos movieron a intentar su utilizaci�n en Paraguay. Buscamos la alianza de la Organizaci�n de Estados Americanos, el apoyo de su asesor�a electoral que ya que desde hace seis a�os coopera con nuestra instituci�n fue decisivo. Nuestra propuesta fue aceptada por la OEA y por el Tribunal Supremo Electoral de Brasil; el entusiasmo del Presidente de este organismo electoral, Dr. Nelson Azevedo Jobim, y del Se�or Santiago Murria, de la Unidad para la Promoci�n de la Democracia de la OEA, fue con seguridad determinante. Obtenida la cooperaci�n de ambas instituciones, se pudo dar inicio a un proyecto piloto para la utilizaci�n del voto automatizado en Paraguay. La OEA nos otorg� el aval, gestion� y obtuvo la financiaci�n del proyecto con fondos provenientes del gobierno norteamericano, el TSE de Brasilia nos dio el soporte pol�tico y t�cnico y el TRE de Paran�, la asistencia t�cnica inform�tica y el programa de capacitaci�n para poner a punto, con nuestros funcionarios especializados, la utilizaci�n de las urnas brasile�as en Paraguay. Desarrollamos un sistema de capacitaci�n adecuado a nuestro medio para funcionarios de mesas y usuarios del proyecto, es decir, electores citadinos y campesinos. En un par de semanas de intenso trabajo conjunto, se lograron los ajustes. Para seleccionar los locales donde deb�an utilizarse las urnas en este primer plan piloto, se consideraron los siguientes criterios: a) Un municipio plenamente campesino, con escasa movilidad migratoria, para medir el comportamiento del paraguayo "incontaminado" frente a la urna electr�nica, result� Maciel, en Caazap�, a 220 km. de Asunci�n, donde instalamos 7 urnas para 1.901 electores; b) Un municipio con caracter�sticas de ciudad-dormitorio donde conviven citadinos, campesinos y migrantes, un universo cultural m�ltiple, result� San Antonio, a 40 km. de Asunci�n, donde instalamos 39 urnas, para 11.056 electores; c) Un municipio que comparte parcialmente las dos caracter�sticas se�aladas anteriormente en su sector urbano y rural respectivamente, pero que adem�s tiene un alto grado de autoestima y conciencia de capacidad de gesti�n, result� Atyr�, a 50 Km. de Asunci�n, donde instalamos 25 urnas para 7.093 electores; en estos tres municipios se vot� en un 100% con urnas electr�nicas. Solo se instalaron parcialmente urnas electr�nicas en d) Un municipio fronterizo que ya conoc�a las urnas electr�nicas utilizadas en Brasil, a 500 Km. de la Capital, result� Pedro Juan Caballero, con 8 urnas, para 2.332 electores, un 6,52% de su electorado; e) En Lambar�, un distrito vecino de Asunci�n, instalamos 8 urnas para 2.413 electores, 4,18% de su electorado, y f) En Fernando de la Mora, tambi�n vecino de la Capital, instalamos 4 urnas, para el 1,99% de electores, 1.208 votos. El TSJE dio participaci�n a los Partidos pol�ticos que compitieron en las elecciones municipales en todo el proceso de preparaci�n y ejecuci�n del proyecto piloto, la carga de las urnas, los controles inform�ticos y cuanto sea necesario para la transparencia y la confianza. Los partidos se convirtieron en cogestores del proyecto en la convicci�n de que la utilizaci�n de las urnas electr�nicas fortalec�a no solamente a la democracia nacional sino tambi�n a la democracia interna de los partidos. Una ley especial dio el respaldo legislativo al proyecto. Terminado el "Plan Piloto Urna Electr�nica" en noviembre de 2001, vimos que el porcentaje de participaci�n con el uso del voto electr�nico se mantuvo en un promedio del 80% aproximadamente, mientras que con el sistema manual se ubic� en un nivel muy inferior, en torno al 54%. Esto se debi� posiblemente a la novedad, pero tambi�n a la confianza y a la rapidez del nuevo m�todo. Hechas las evaluaciones del Plan Piloto, constatamos que el uso del voto electr�nico garantiz� y garantiza:
Siendo signatario del Protocolo de Ushuaia -Mercosur- y de la Carta Democr�tica - OEA-, el Paraguay se esmera por actualizar y modernizar su sistema electoral para garantizar los extremos de transparencia y legitimidad democr�ticos de cada gobierno de la Rep�blica y de los gobiernos locales. Por ello y luego de la evaluaci�n del "Plan Piloto", el Poder Legislativo autoriz� a la Justicia Electoral la utilizaci�n del voto electr�nico para elecciones internas de los partidos pol�ticos, las municipales y las generales, seg�n la Ley N� 1890 de septiembre de 2002, disponiendo textualmente "... queda igualmente autorizado la utilizaci�n de las urnas electr�nicas en las elecciones internas, municipales y generales". Claramente los legisladores quer�an utilizar urnas electr�nicas inclusive para las internas de los partidos pol�ticos, lo que lastimosamente en esta ocasi�n no fue posible por limitaciones administrativas y log�sticas, pero que con apoyo de los partidos pol�ticos han de ser superadas para las pr�ximas internas. A partir de esa autorizaci�n, la Justicia Electoral paraguaya renov� sus convenios con el TSE de Brasil y con la OEA, logrando en pr�stamo una partida de 6000 urnas electr�nicas de parte la autoridad electoral brasile�a, bajo la garant�a de la OEA, para utilizar en un 53% del electorado, en ocasi�n de las elecciones generales previstas para el 27 de abril. El elector campesino se comport� sin inconvenientes frente a las urnas electr�nicas en ocasi�n del "Plan Piloto"; sin embargo, en esta oportunidad utilizaremos el voto automatizado preferentemente en �reas urbanas por razones de mejor organizaci�n, capacitaci�n y asistencia t�cnica; es decir, razones que no califican la capacidad o incapacidad del elector. Seg�n ha resuelto el TSJE, para el 27 de abril pr�ximo se habilitar�n, en 433 locales ubicados en 33 distritos electorales, 4.435 mesas con urnas electr�nicas. Pero previamente se desarrolla un programa de capacitaci�n masiva de tal suerte a asegurar el buen manejo de los actores: elector, miembros de mesas y de Juntas C�vicas. Desde la primera semana de febrero se desplegaron en todo el territorio afectado al programa unas 600 "urnas escuelas" preparadas especialmente para capacitar al universo mencionado. Hay 2250 personas que han de componer las Juntas C�vicas y unas 26.000 personas para integrar mesas receptoras de votos y las personas que deber�n votar en urnas electr�nicas alcanzan un potencial de 1.300.000. El entusiasmo por el voto electr�nico es comprensible, pues se halla sustentado sobre la verdad electoral indiscutida, la celeridad en el conocimiento de los resultados, el escrutinio automatizado y su impresi�n en copias suficientes para documentar debidamente a todos los apoderados. Adem�s, la programaci�n de los 452 centros de computaci�n desde donde se transmitir�n criptografiados los contenidos de los disquetes rescatados de las 4.435 urnas, garantiza la pronta recepci�n de los datos electorales en la Sede Central, lo que sin embargo ser� administrado por el TSJE con la debida prudencia, de tal suerte a consolidar resultados electorales antes de su propalaci�n, para evitar manipulaci�n de resultados parciales. Para terminar, quiero se�alar las fortalezas que nos transmite la votaci�n electr�nica en estos ocho puntos siguientes:
Por todo esto decimos: Ahora votar es muy f�cil. Rafael Dend�a es Abogado por la Universidad Cat�lica Nuestra Se�ora de la Asunci�n, Doctor en Derecho por la Universidad Nacional de Asunci�n, realiz� estudios de politolog�a en la Universidad de Bonn, becado por la Fundaci�n Konrad-Adenauer, public� libros y art�culos en revistas especializadas sobre temas constitucionales y electorales, es catedr�tico en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Asunci�n, Filial Coronel Oviedo. |
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