�El fin del sistema de partidos?
Por Jorge Lazarte R.
[15 de Marzo de 2002]

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El próximo 30 de junio tendrán lugar las quintas elecciones nacionales ininterumpidas desde 1985, y las undécimas elecciones si contamos las municipales. Sin embargo, estas elecciones pueden marcar un antes y un después en los procesos electorales y en el funcionamiento del sistema político y de partidos.

Luego de 20 años de funcionamiento de la democracia, y 17 años de las políticas de ajuste, ciertas experiencias y caminos abiertos parecen estar llegando a su término. Es un tiempo largo -en la escala boliviana- para suponer que no hayan perdido el impulso fundador. Los componentes políticos y económicos, muy vinculados entre sí pero distintos, ya no dan más. En este artículo nos ocuparemos del componente político, y de él sólo nos referiremos al sistema de partidos, que parece estar encaminado a su propio fin, un fin de época. De algún modo estos cambios ya eran previsibles hace dos años, pero ahora su perfil es más nítido.

Como se sabe, la democracia es un conjunto de principios y valores que se expresan en un sistema de reglas de organización y funcionamiento del sistema político y de poder. Este sistema no funcionaría sin partidos, que son los que entran en competencia para acceder a la titularidad del poder. Este sistema de reglas descansó en una cierta forma de organización entre partidos, que es lo que llamamos sistema de partidos.

El sistema de partidos se expresó en un formato, que funcionó desde 1985 hasta el presente. Este formato fue de tres partidos + cuatro. Es decir, Bolivia necesitó de siete partidos para hacer funcionar el gobierno, mediante coaliciones sucesivas desde 1985. Estos siete partidos funcionaron en un sistema de dos pisos: un núcleo fuerte, y una periferia. El núcleo fue conformado por tres partidos: Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), Movimiento de la Izquierda Revolucionaria (MIR) y Acción Democrática Nacionalista (ADN), que en promedio sumaban alrededor del 65% de la votación nacional. La periferia fueron otros partidos, con los cuales cada uno de los tres hicieron coaliciones de gobierno. Estos cuatro fueron el Movimiento Bolivia Libre (MBL); Unidad Cívica Solidaridad (UCC); Conciencia de Patria (Condepa) y Nueva Fuerza Republicana (NFR). Los otros pequeños partidos fueron rellenos prescindibles.

En cada una de las coaliciones de gobierno los que contaron esencialmente fueron los tres más importantes. Nunca los tres estuvieron juntos en la oposición ni juntos compartieron el gobierno. Cuando uno o dos estaban en el gobierno, el otro u otros estaban en la oposición. Sin los tres no habría sido posible ninguna coalición de gobierno, pero sin los tres tampoco habría sido posible una oposición "leal" o institucional o democrática. Por tanto, todo el sistema de partidos descansó sobre este trípode partidos. Lo que verosímilmente ha llegado a su fin es este trípode, y con el todo el sistema de partidos. Debe subrayarse que en todo este dispositivo político lo nuevo en democracia no fue tanto la elección del gobierno, como haber producido una oposición política no desestabilizadora. Esta es la primera diferencia entre sistemas con gobernabilidad y sin ella.

Este previsible fin de este sistema de partidos tiene tres indicadores empíricos. En primer lugar, el divorcio, y no sólo el distanciamiento, entre la mayor parte de la población con el actual sistema de partidos "tradicionales". Las rebeliones de abril y de septiembre de 2000, fueron su manifestación colectiva más elocuente. En segundo lugar, las encuestas preelectorales de los últimos meses confirman lo que los ciudadanos expresan a diario por todos los medios: más de la mitad de electores se niegan a reconocerse en ninguno de los candidatos o partidos del trípode. Y por último, los tres partidos no llegan al 40% de las preferencias de voto en las mencionadas encuestas. Los otros partidos periféricos también están en caída libre, excepto NFR.

Los esfuerzos que se realicen hasta las próximas elecciones para cambiar esta situación de soledad electoral, no parece que tendrán efecto significativo en la población cuyas percepciones fueron cristalizadas en años de desencantos acumulados. La cirugía interna tendría que ser de tal alcance, que necesitarían mucha lucidez para aceptarla, coraje para hacerlo y capacidad para resistirla. Quizá lo que puede sorprender es que este fin haya tardado en llegar. Otros países cercanos al nuestro corrieron la misma suerte hace varios años. El proceso de institucionalización democrática, que los partidos del sistema hicieron posible, los ayudó en el tiempo, pero ha llegado a su límite.

En todo caso, en las condiciones actuales, cuando afirmamos que este sistema estaría llegando a su fin, estamos refiriéndonos no sólo a su debilitamiento electoral sino a que ya no podrá cumplir dos funciones tan centrales en el sistema político democrático , que es el de producir un gobierno que gobierne, y una oposición funcional.

De los tres partidos , dos -el MNR y MIR- electoralmente están en su peor momento. Según las encuestas, parece que llegaron a su techo en las preferencias electorales, y también es probable que ninguno alcance el 20% de la votación nacional.

El tercero, ADN, también se vino abajo electoralmente. Se está desplomando, y es muy dificil que esta situación pueda revertirse en los próximos meses, y antes de la fecha de elecciones.

No nos detendremos a explicar las razones por las cuales los tres no pueden su subir las preferencias electorales. Para los fines de este artículo, nos bastan las constaciones empíricas.

En las actuales condiciones políticas, el MNR y MIR podrían ser los más votados, pero con ADN fuera del juego. Entonces el tercero puede ser un asistmético o peor una alianza antisistémica, lo que es más probable. Esta combinación puede ser fatal. En este nuevo formato de tres, el trípode no funcionará , y estallará por dentro.

Por tanto, el próximo gobierno será un gobierno débil, aún en el supuesto de una coalición dolorosa entre MNR y MIR, electoralmente débil con menos del 50% del electorado. Es decir, un gobierno de minorías con la resistencia militante de la mayoría y una oposición en manos antisistémicas. En una combinación de gobierno débil y una oposición antisitémica fuerte, social y políticamente fundidas, lo más probable es que el gobierno no dure los cinco años del mandato presidencial, situación de ruptura que puede abrir al mismo tiempo una crisis de estabilidad del sistema institucional. Es decir, lo que estará en juego desde el punto de vista político en la próximas elecciones, es tanto la estabilidad política como el funcionamiento de la democracia, lo que no había ocurrido hasta el presente. ¿Es posible otra salida, que no sea la catastrófica y permita resolver al mismo tiempo el desafío de tener un gobierno fuerte, que tenga un capital de confianza necesario para gobernar en el tiempo, y una oposición democrática?