En América Latina existen fuertes debates sobre reforma política y electoral, particularmente en países como Argentina y Perú. ¿Por qué hoy, a sólo dos décadas de la democratización, se
producen estos cuestionamientos a las instituciones vigentes, y esta necesidad de cambio?
-La reforma electoral es un proceso que tiene importancia en casos de transición y consolidación de la democracia, dado que el sistema electoral puede dar mayor o menor gobernabilidad, fortalecer la representación, y responder a
la crítica de la política, que se da en todos lados. Hoy, seguramente hay varios factores que explican este debate en América latina: se vive un proceso de frustración porque la democracia no ha conseguido lo que la gente
esperaba de ella. Es decir, mayor desarrollo económico y fundamentalmente social. Las demandas del pueblo no han sido bien tomadas en cuenta, y la clase política vivió su propia vida. Y en eso puede influir mucho el tipo de sistema
electoral, porque puede mejorar -o no- la representación política.
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Pero también parecen reeditarse los debates sobre el presidencialismo y el parlamentarismo...
-Eso está en otro nivel y pertenece a otro campo. Como Ud. sabe, yo he participado en esos dos debates, y mi tesis ha sido que no hay que sustituir el presidencialismo por un sistema político que todavía no ha tenido ninguna
experiencia en América latina. No sabemos si el parlamentarismo funcionaría, mientras que el presidencialismo tiene aquí una gran tradición. A mi modo de ver, lo que hay que hacer es reformar el presidencialismo, adecuarlo
más a las necesidades. Lo mismo sostengo respecto de los sistemas electorales: no hay que sustituir los que existen, sino que hay que mejorar su funcionamiento.
O sea, que hay que evitar los procesos complejos e inciertos
-La reforma electoral y del sistema político es un proceso de adecuación, adaptación y "reajuste". De ninguna manera debe ser un proceso de sustitución de la experiencia y del sistema vigente en América Latina.
Simplificando un poco, y dejando por un momento de lado las particularidades de cada país, ¿cuáles son hoy las reformas que necesitan los países de América Latina?
-Diría que en vez de enfatizar demasiado los aspectos de la representación y la participación, que son las dos tendencias que destacan en las últimas décadas, hay que pensar un poco más en la gobernabilidad.
Es decir: dar a los sistemas electorales una cierta capacidad de formación de mayorías para respaldar a los gobiernos.
La nueva tendencia a formar coaliciones de gobierno lo ha conseguido en cierta forma. En Argentina esa experiencia no fue buena, como todos sabemos, pero ha sido exitosa en Chile, Uruguay y Bolivia. La situación actual es bastante
difícil en América latina, pero eso no contradice el éxito de esa nueva práctica de mayorías institucionales dentro del presidencialismo. Los problemas tienen su causa en los déficits de la clase política.
No son fallas institucionales las que producen la gran frustración que hoy vive América latina en lo político y lo social, sino más bien la falta de capacidad y responsabilidad de su clase política.
En la perspectiva comparada, ¿cuál cree Ud. que es el país de América latina donde mejor se adaptó el sistema electoral a las necesidades de la política?
-No hay ningún sistema ideal, y ningún modelo que vale para todos los países. Pero respecto de la pregunta de qué sistema electoral en un específico país latinoamericano cumple bien con las funciones de
representación, participación y gobernabilidad, diría que pese a que actualmente en Chile el sistema binominal es criticado, ha funcionado bien en los primeros años de la transición.
Actualmente se debate una reforma y, a mi modo de ver, ésta sería necesaria en el largo plazo. Lo que recuerda que uno tiene que tener mucho cuidado respecto a la bondad de un sistema electoral en términos absolutos y abstractos.
No sólo tiene uno que relacionar la bondad de un sistema electoral con un país y una cierta circunstancia, sino también hacerlo en términos de espacio y también de tiempo. Es decir, un sistema electoral puede servir
bien en una cierta época, y perder su valor cuando el proceso político toma otra dirección.
En la Argentina está teniendo lugar un debate por la reforma política, y a su vez el gobierno es de transición. Muchos piensan que el gobierno de transición no es el momento político oportuno para encarar este
tema. ¿Qué opina Ud. sobre esto?
-Hay dos formas de enfocarlo. Por un lado, algunos dicen que un proceso de transición es precisamente el momento en que se puede cambiar la institucionalidad, porque todo está en movimiento y todo puede ser revisado -lo institucional y
lo político. Mientras que otros prefieren que la política sea más estable y que se haya superado la fase de transición para empezar a reformar. A mi me parece que ninguna de las dos posiciones es 100% correcta, porque cuando
se ha establecido un sistema, empieza la inercia de la clase política. Por ejemplo, el binominalismo en Chile ha sido muy criticado en sus comienzos, pero hoy en día los propios críticos de entonces se alejan de una reforma, porque
este sistema les ha convenido. Por eso, una época de transición no es el momento más idóneo para reformar, pero si es cuando mayores son las probabilidades de que se reforme algo.
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"Hay que bajar el tono populista en el proceso de dise�o de las instituciones pol�ticas"
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Una última pregunta, dirigida a Argentina. ¿Qué consejos, en términos generales, les daría a los reformadores en este país?
-Repensar lo institucional, bajar los costos, y no llegar más allá de lo razonable. Hoy en día hay un cierto populismo en todo lo que respecta a lo institucional: cuidado con eso. Hay muchas experiencias comparadas que
señalan que las instituciones cuentan, que hay que diseñarlas bien, y que no hay que hacerlo según el momento político. Hay que bajar el tono populista en el proceso de diseño de las instituciones políticas.
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