Tendencias latinoamericanas
Por Norman Gall
Junio de 2004
Desde los años 70, la democracia se ha expandido por América
latina más rápido que por otras regiones del mundo. No obstante,
las frustraciones la acosan, mientras se esfuerza por elegir un camino entre
los viejos populismos y los cambios institucionales necesarios para lograr una
estabilidad política y económica.
¿Acaso está amenazada? Hay mucho descontento, en gran parte por la falta de trabajo y crecimiento económico. En su reciente informe La democracia en América latina , el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) señala su fracaso y su frustración.
En los dos años que llevó su preparación, varios hechos fomentaron los temores sobre el futuro de la democracia: el colapso financiero de la Argentina en 2001-2002, el debilitamiento del gobierno izquierdista de Brasil, la renuncia del presidente boliviano, Sánchez de Lozada, y el atolladero político venezolano. En todas estas crisis ha prevalecido alguna forma de continuidad constitucional.
Según The New York Times, la principal revelación del informe del PNUD es que "el 55 por ciento de los encuestados [en 18 países] dijo que apoyaría el reemplazo de un gobierno democrático por otro autoritario; el 58 por ciento convino en que, de ser necesario, los gobernantes deberían "franquear los límites de la legalidad", y el 56 por ciento dijo que el desarrollo económico era más importante que el mantenimiento de la democracia". En una editorial, el diario neoyorquino llegó a la conclusión de que "una fuerte mayoría preferiría un sistema autoritario si produjera beneficios económicos. Este respaldo del modelo de Pinochet indica claramente que la mayoría de los latinoamericanos no se sienten comprometidos con su democracia".
La amplia cobertura mediática del informe del PNUD se basó en un comunicado de prensa que había procurado atraer la atención subrayando sus resultados más negativos. Ellos tendían a insinuar, tanto a los latinoamericanos como al resto del mundo, que la región estaba entrando en un nuevo ciclo de inestabilidad:
- "Apenas el 43 por ciento de los latinoamericanos apoya plenamente la democracia, mientras que el 30,5 % opina de manera ambivalente y el 26,5 % sostiene opiniones no democráticas".
- "Desde 2000, en los 18 países investigados, cuatro presidentes elegidos por sufragio se vieron obligados a retirarse antes de terminar su mandato, al disminuir marcadamente el apoyo popular".
- "El 59 por ciento de los líderes consultados dijo que los partidos políticos no están cumpliendo su función necesaria".
El informe suscitó una viva controversia entre los funcionarios del PNUD y los centenares de colaboradores externos que participaron en su elaboración. Hubo que revisarlo varias veces, dadas las críticas negativas de los especialistas. La versión definitiva se compaginó en Buenos Aires, en cuestión de semanas, a partir de las investigaciones encomendadas a numerosos consultores por un pequeño equipo dirigido por el ex canciller argentino Dante Caputo. Una lectura minuciosa revela tres defectos fundamentales:
1) Selección desfavorable de datos provenientes del estudio de campo efectuado en 2002 por Latinobarómetro, una organización chilena que, desde 1995, hace encuestas sobre el apoyo popular a la democracia. El PNUD subraya los aspectos negativos de dicha información y, en gran medida, pasa por alto los positivos. Tampoco toma en cuenta los resultados, más alentadores, de las encuestas de 2001 y 2003. Latinobarómetro emitió una declaración en la que deslinda responsabilidades y cita errores metodológicos en el uso de sus datos.
Sobre 19.522 personas entrevistadas, el PNUD da estos porcentajes: demócratas, 43 por ciento; no demócratas, 26; opiniones ambivalentes, 30. Sin embargo, en 2003, casi un 66 por ciento de los encuestados por Latinobarómetro dijo que la democracia era la mejor forma de gobierno y el único camino hacia el desarrollo; el 57 por ciento opinó que éste sólo podía lograrse con una economía de mercado. El 44 por ciento aprobó el desempeño de las grandes empresas en la construcción de una sociedad mejor; para el 51 por ciento, sus ejecutivos podrían gobernar mejor que la actual clase política. Pero también hubo bastante ambivalencia. El 69 y el 60 por ciento, respectivamente, de los brasileños y peruanos prefirieron la democracia, pero casi otros tantos dijeron que aceptarían un régimen autoritario si resolviera los problemas económicos. En toda América latina hay un gran temor a la desocupación. El 47 por ciento de las personas en situación precaria apoyó la democracia, contra el 57 por ciento de los que podían ahorrar. En las encuestas de Latinobarómetro (1995-2003) los demócratas promediaron un 59 por ciento de apoyo, salvo en 2001, un año crítico, en el que cayó al 48 por ciento.
Marta Lagos, presidenta de Latinobarómetro, escribió recientemente: "Esto tiende a indicar una sana reacción de los demócratas, que piden cambios en las sociedades en transición, como las de la Argentina, México y Zimbabwe, y demuestra que tener una gran cantidad de demócratas insatisfechos es parte del proceso democrático y no constituye, necesariamente, una señal de alarma". La democracia, dice, es un sistema ideal, sujeto a turbulencias y aspiraciones, que necesita largos períodos de desarrollo, como sucedió en Europa y Estados Unidos.
2) El PNUD entrevistó a 231 miembros de las elites latinoamericanas. Casi todos dijeron: "La democracia avanzó significativamente en la última década. Por primera vez en su historia, los países latinoamericanos satisficieron los requisitos que definen la democracia electoral". Por cierto, desde 1977 hasta hoy, los países con gobiernos elegidos aumentaron de tres a 18. "Casi todos los líderes reconocen la centralidad de los partidos políticos y los efectos nocivos de su desprestigio. Pero no hay acuerdo sobre las causas de la crisis o su solución." Las elites mostraron cierta pereza intelectual al centrar su agenda de planificación en mezquinas cuestiones políticas, en vez de abordar los problemas más urgentes para los pobres.
3) Los problemas políticos de América latina no son electorales, sino institucionales. El PNUD centra su informe en la denuncia de infortunios muy conocidos. No encara la tarea, más ardua y original, de proponer soluciones. Tampoco se arriesga a tratar los aspectos controvertidos de la creación de un marco político para el desarrollo económico, del cual dependen la estabilidad a largo plazo y la satisfacción de las necesidades básicas. América latina es una región privilegiada, con recursos abundantes (si consideramos su población), un agudo sentido de justicia social y pocos conflictos étnicos, religiosos o idiomáticos. Además, está lejos de las principales áreas de tensión internacional. Sus democracias han disfrutado de un ambiente internacional propicio, fomentado a partir de los años 70, pero la debilidad de sus instituciones menoscaba sus ventajas.
En mis cuarenta y tres años de investigación e información sobre América latina, con numerosos trabajos de campo en regiones remotas, he observado un gran progreso hacia una mayor consolidación de la democracia. Las sociedades se han modernizado mucho más rápido que las instituciones públicas.
Norman Gall es Director del Instituto Fernand Braudel, San Pablo.