III. Los cambios en los partidos de Am�rica Latina entre 1980 y 2000
III. Los cambios en los partidos de América Latina entre 1980 y 2000
A lo largo del período de democratización de los sistemas políticos latinoamericanos acontecido después de las
transiciones políticas, para unos casos, y de continuidad, para otros, los partidos políticos de la región han sufrido
profundas mutaciones que tienen su base en aspectos tanto endógenos como exógenos, en cuestiones de alcance estrictamente
político institucional como en otras de contenido social o económico. Los elementos endógenos se han centrado en cuestiones tradicionales como son las relativas a liderazgos más o menos caudillescos,
a enfrentamientos entre los Poderes del Estado, al impacto de la corrupción. Por su parte, el factor exógeno por excelencia fue el
descalabro del socialismo real y la pérdida de un referente sólido ideológico y práctico para grandes sectores de la
izquierda latinoamericana. En cuanto a las cuestiones de carácter político-institucional que tuvieron que ver con las modificaciones
registradas en el universo partidista se encontraban los cambios realizados en los propios textos constitucionales, las leyes de partidos y las
leyes electorales. Ningún país latinoamericano dejó de hacer modificaciones en las mismas, con mayor o menor profundidad,
durante este período. Finalmente, las cuestiones de otra índole no estrictamente politológicas también fueron el origen
de los cambios acontecidos, bien fuera como consecuencia de la crisis económica que asoló a la región durante la década
de 1980 y que enterró definitamente el modelo de sustitución de importaciones asi como la centralidad del Estado vigentes casi
durante medio siglo 5, bien fuera como resultado de la aparición de valores postmaterialistas y de los cambios
registrados en las sociedades.
Desde una perspectiva descriptiva, sin utilizar índice alguno de volatilidad que refuerce el argumento desde una posición
más empírica, se constata que los cambios producidos en los sistemas de partidos latinoamericanos entre 1980 y 2000, en
términos de la continuidad de las mismas etiquetas partidistas, apenas afecta a un número muy limitado de casos. Salvo Brasil,
Perú y Venezuela, los restantes países siguen mostrando una estructura partidista muy similar al final del período indicado
con respecto a su inicio. El cambio radical de presupuestos programáticos que ha afectado sobremanera a los viejos defensores del populismo
más activo no ha supuesto una transformación profunda ni en la cúpula dirigente ni en las bases sociales de apoyo. Esto se
muestra evidente para los casos del PJ en Argentina y del PRI en México especialmente bajo las administraciones de Carlos Menem y de Carlos
Salinas de Gortari. La relativa continuidad en la composición de los sistemas de partidos es una nota sorprendente que contradice la
visión que habitualmente se ofrece bien de la existencia de cambios dramáticos, bien del descalabro del orden anteriormente
existente.
Por otra parte, la continuidad dada permite matizar la supuesta crisis de los partidos en la medida en que si "estos siguen siendo los que
eran", su propia existencia, gracias en definitiva a los procesos electorales, invalida la tesis genérica del rechazo de los electores. La
clase política sigue, por tanto, manteniendo las viejas etiquetas sin buscar otro tipo de reacomodo. Lo cual, como se verá más
abajo, no minimiza la hostil percepción que la población sigue manteniendo sobre los partidos.
En cualquier caso es un hecho que la media de los partidos latinoamericanos es estable y que los profundos cambios acaecidos en Perú y
Venezuela a lo largo de la década de 1990 son la excepción y no la regla. En estos dos países puede hablarse, sin
ningún género de dudas, de una refundación del sistema partidista según un esquema funcional para los intereses de los
liderazgos bonapartistas de sus respectivos presidentes. Por otra parte, las expectativas generadas en otros países con respecto al
nacimiento de nuevos partidos que pudieran trastocar de raíz los diferentes sistemas políticos se han ido viendo poco a poco
defraudadas. Primero fue con el M-19 colombiano que no supo mantener el tirón que le llevó a posicionarse como una tercera fuerza en
la constituyente de 1991, luego con el PRD mexicano que dejó de ser alternativa en las elecciones de 2000 y con el propio FREPASO argentino
muy diluido en el seno de la Alianza frente a la histórica UCR. Una situación parecida ocurrió en Ecuador con el Movimiento
Unidad Pachakutik- Nuevo País, que si bien se posicionó como la tercera fuerza en su debut electoral de 1996, alcanzando 15
escaños en el Congreso de la República, aún resta mostrar cual va a ser su papel y el apoyo que los ciudadanos le
brindarán debido a sus constantes comportamientos que bordean el límite del sistema.
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