Elecciones presidenciales y locales en Chile
Elecciones presidenciales y locales en Chile
Sería conveniente comenzar nuestro viaje en aquellos países con democracias asentadas. De Sur a Norte encontramos a Chile, que pese a las ataduras impuestas por la vigente Constitución pinochetista, ha demostrado tener una
democracia más sólida y estable que en otros países andinos. Es verdad que una democracia moderna implica la eliminación de los senadores vitalicios y del sistema electoral basado en circunscripciones binominales para la
elección de diputados, la completa subordinación de las Fuerzas Armadas al poder político e inclusive la sanción de una ley del divorcio y la reglamentación del aborto, pero solucionar la mayor parte de estas
cuestiones sólo es posible con un amplio consenso político que facilite la reforma constitucional. Uno de los problemas más serios de la democracia chilena es el carácter cavernario de su derecha, dificultosamente
homologable a otros partidos conservadores del mundo, más allá de la buena sintonía que exista entre la baronesa Tatcher y el senador vitalicio, actualmente desaforado, Augusto Pinochet. Sin embargo, Chile es uno de los
países de la región donde está más asentado el sistema de partidos. Es de esperar que el Sr. Lavín, tras sus importantes éxitos electorales en 2000, insufle nuevos aires a la derecha chilena, necesitada de un
urgente aggiornamiento.
De cara a la segunda vuelta presidencial, los 30.000 votos de diferencia que separaron a Lagos de Lavín en la primera vuelta eran una renta escasa, acentuada por los magros resultados de las otras opciones, tanto a izquierda como a derecha,
que impedían pensar en grandes vuelcos electorales, como sí ocurrió en Uruguay en la segunda vuelta de noviembre de 1999. Si bien los protagonistas eran los mismos que en diciembre anterior, era una nueva elección. Con
menor margen que en Uruguay, también aquí funcionó lo señalado por el ex presidente Sanguinetti de que "en la primera vuelta se vota con el corazón y en la segunda con la razón". Esto vale para los votos
comunistas, que mayoritariamente se inclinaron por Lagos, y también para las mujeres, que, pese a votar más por Lavín, aumentaron su apoyo al candidato oficialista.
El 12 de diciembre de 1999, al asumir el resultado de la primera vuelta, Lagos comenzó a tomar drásticas medidas para reencausar su campaña. Tras reconocer que había escuchado el mensaje de la gente, Lagos
impulsó la reforma de su comando de campaña y entregó el mando a la actual ministra de Exteriores, la demócrata cristiana Soledad Alvear, que entre otros logros permitió a Lagos recuperar la confianza de
algunos votantes de la DC que en la primera vuelta optaron por el candidato de la derecha. Se introdujeron algunos cambios que agilizaron la campaña: se abandonó el lema de "crecer con igualdad", por entender que llegaba poco a los
votantes centristas y se adoptaron ciertos elementos de la campaña populista de Lavín. Éste, por su parte, buscando un perfil de estadista, también con el deseo de ocupar el centro, abandonó determinados mensajes
que le habían permitido conquistar un importante porcentaje del voto popular.
Pasadas las ocho de la noche del domingo electoral, Joaquín Lavín y su esposa se desplazaron al céntrico Hotel Carreras, sede del comando de Lagos, para felicitar al triunfador. El casi 3% de diferencia de los primeros datos
oficiales, mantenido en anuncios posteriores, fue irrecuperable y facilitó el rápido reconocimiento de la derrota. Lagos obtuvo el 51,31% de los votos y Lavín el 48,69%, siendo la participación algo inferior a la primera
vuelta, cuando se situó en el 89,95%. Según un guión escrito el fin de semana anterior entre destacados dirigentes de ambas candidaturas, el aspirante derrotado felicitó al ganador, dando una señal inequívoca
de que la democracia chilena está más asentada de lo que se piensa en Europa. En el Parlamento, las posiciones del oficialismo en el Senado fueron reforzadas por el nombramiento del ex presidente Frei como senador vitalicio, lo que
junto a la ausencia parlamentaria de Pinochet ha permitido romper a su favor el anterior empate a 23 votos.
Los desafíos son grandes para la derecha y para quien demostró ser su gran líder, Joaquín Lavín, cuya candidatura ya se enarbola para las presidenciales de 2005. La fecha ya tiene algunas novias, comenzando por
el ex presidente Eduardo Frei, a quien no le disgustaría volver a presentarse. También Lavín se prepara para la empresa desde su cargo de alcalde de Santiago, demostrando una vez más cómo la buena gestión, la
misma que exhibió en el privilegiado municipio de Las Condes, no es sólo una herramienta eficaz para acabar con la pobreza, sino también un buen reclamo electoral. Pero no basta con mostrarse eficaz. Lavín tiene que
reducir las diferencias entre las dos opciones de la derecha (Renovación Nacional y Unión Democrática Independiente) y pacificar a las fuerzas pinochetistas, que ven con desagrado su cada vez mayor desmarque del general, aunque
el haber subido en las elecciones municipales más de 10 puntos con respecto a la votación de diciembre de 1999 en la Comuna de Santiago puede facilitarle mucho las cosas
Después del apretado triunfo del candidato de la Concertación se repitieron insistentemente dos ideas poco claras: que comenzaba en Chile una segunda transición y que el triunfo de un candidato socialista completaría el
ciclo inaugurado tras el derrocamiento de Salvador Allende en 1973. Ni lo uno ni lo otro. La victoria de la Concertación no inauguró una nueva etapa de la transición chilena, ya que no se están produciendo ni se van a
producir cambios espectaculares. Pero, en el hipotético caso de que estos se produjeran, sería por un cambio de actitud de los partidos de la derecha, que finalmente accederían a impulsar algunas reformas que reclama una parte
importante de la sociedad, y no por un cambio de rumbo del gobierno de la Concertación. Ni Lagos es Allende, ni la Concertación es la Unidad Popular. La Concertación es la alianza de la DC con la izquierda no comunista y es este
componente centrista el que permitió el triunfo de Lagos. Pese a ello, muchos votantes de la DC dieron la espalda al candidato socialdemócrata para apoyar a Lavín, aunque algunos chilenos, comenzando por Pinochet,
preferían el gobierno de un demócrata cristiano, como Andrés Zaldívar, para evitar el triunfo de Lagos. La maniobra fue impedida por la detención de Pinochet en Londres, un factor clave en el despegue del candidato
"independiente" Lavín.
En las elecciones locales del domingo 29 de octubre, donde habían en juego cuestiones muy diferentes a la gobernabilidad general, se eligieron 341 alcaldes y 2.124 concejales, con un mandato de cuatro años, hasta diciembre del 2004,
de entre 4.512 candidatos. El sistema electoral hace recordar al existente al Congreso. Es una mezcla de circunscripciones binominales y representación proporcional para elegir a los concejales, cuyas mayorías a su vez servían
para designar a los alcaldes. El triunfo fue del oficialismo, con el 52,11% de los votos, un 4% menos que en 1996, y 168 alcaldías. La derecha obtuvo el 40,1% de los votos, considerado un claro avance en relación al 32% de las
anteriores elecciones municipales, e incrementó sustancialmente el número de ayuntamientos en su poder, pasando de 129 a 167, lo que supone que la mayoría del país está regida por gobiernos locales en manos de la
oposición, que también controla una parte importante del presupuesto municipal. De las 30 mayores ciudades del país, 16 corresponden a la derecha, incluyendo Concepción, la tercer ciudad del país y tradicional
bastión socialista, al igual que la mayoría de los municipios del gran Santiago, 21, mientras la Concertación gobierna en 13. Es de destacar que Lavin ganó en Santiago a Marta Larraechea, la esposa del ex presidente Frei,
con el 60% de los votos.
El Partido Comunista, con sólo un 4,19%, vio frustrada su aspiración de recibir el voto de los desencantados de la Concertación. La DC, pese a seguir siendo el primer partido en términos individuales, con el 21,60% de
los votos, mantuvo la línea de constante descenso de votos que viene registrando desde 1990. En líneas generales se observa como la Concertación perdió fuerza en los sectores medios y populares, mientras mantuvo su caudal
de votos en áreas rurales. Salvando las distancias y extrapolando los resultados a las elecciones legislativas de este año, se puede pensar en un descenso de la cómoda mayoría que la Concertación mantiene en la
Cámara de Diputados desde 1990.
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